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El pensamiento internacional de Luis Alberto de Herrera (página 2)



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El islote de Heligoland, considerado estratégico,
merece estudio permanente de la chancillería alemana y se
adquiere al fin.

Pero ningún rasgo de susceptibilidad
patriótica más típico que la protesta
argentina, renovada todos los años, por la
dominación inglesa en Malvinas. A
pesar de los lustros corridos y apoyándose solo en la
razón geográfica, aquel gobierno se
considera despojado de esas islas.

Ilustrativo destaca también el celo de los grandes
pueblos frente a las eventualidades que crea la apertura del
Canal de Panamá".

Y al referirse a nuestros intereses expresa: "Mucho mayor
motivo tendríamos los orientales para rebelarnos contra el
arrebato de la isla Martín García, jamás
sancionado por nuestros gobiernos; sin embargo callamos.

En la misma posición y en clara alusión a este
tema, Agustín de Vedia en su libro
"Martín García y la Jurisdicción del Plata"
se refería: "Por su mayor proximidad a la tierra
oriental; su ubicación, cerca de la embocadura del
Uruguay; su
forma prolongada, que sigue el dibujo de la
costa; la existencia de un canal profundo, entre la isla y la
tierra firme,
que parece representar la hundidura longitudinal que se produjo
en la época de la separación por la naturaleza del
suelo; la
identidad de
las capas geológicas; su altura sobre el nivel del
continente y de las aguas; por esos y otros caracteres,
Martín García podría ser considerada como
una prolongación del suelo uruguayo".

En otro orden de su visión internacional su
férrea posición anti-imperialista fue para nosotros
que lamentablemente no llegamos a conocerlo físicamente –
pero que nos consideramos admiradores de su obra – uno de sus
legados
más trascendentes.

"El mejor escudo de la soberanía es su propio ser", le dijo
una vez Herrera al Subsecretario de Estado de los
Estados
Unidos, Edward Miller en visita que éste le hizo en el
año 1951.

Y enfatizó, "queremos ser libres y felices, en la
armonía, sin invadir el fuero ajeno y dentro de lo posible
y juicioso, cada uno en lo suyo".

La postura anti-imperialista de Herrera, el Principio de
No-Intervención en los asuntos internos de las patrias
– arma contra la resurrección de los figurines
imperiales – y la creencia en la intangibilidad de lo
nacional no constituyeron en el Dr. Herrera actitudes
meramente circunstanciales sino consustanciadas con su propia
vida, como bien lo señaló el extinto legislador
Héctor Gutiérrez Ruiz al manifestar que "la
defensa de la soberanía había comenzado a
comprenderla en la mejor fuente de la educación, que es
el hogar".

La etapa formativa de la
personalidad de Herrera, tiene su momento internacional entre
las dos guerras
civiles, desde 1902 hasta mediados de 1903. Desempeño el cargo de Encargado de Negocios de
la
República ante los gobiernos de Estados Unidos y
México.

Como bien lo expresara el Dr. Luis Alberto Lacalle: "A
Herrera le tocó ser testigo del nacimiento de los Estados
Unidos potencia. A esa
altura de la historia – continua
expresando el ex – presidente oriental – México ya
había sentido la garra del vecino en el costado y la
gravitación que se extendía hasta Cuba y
Panamá".

El 5 de diciembre de 1902 Herrera comenta a la
Cancillería uruguaya el mensaje al Congreso del Presidente
Roosevelt donde se asoma el pretendido patronazgo.

Herrera afirmaba en aquella oportunidad: "No pretendemos
vivir aislados del resto de la comunidad humana,
no queremos ser ajenos a sus tribulaciones y dolores, pero
debemos empezar por cuidar la parte que se nos ha confiado: la
patria que tenemos".

Y a Herrera le gustaba decir: "Como en el verso de Musset,
digamos con arresto y con halago: Mi vaso es pequeño, pero
yo bebo en mi vaso".

Luis Alberto de Herrera tuvo la sagaz anticipación a
problemas que
todavía hoy son objeto de controversia ferviente. Su aguda
captación de los fenómenos internacionales le
permitió avizorar tempranamente los problemas que
afectarían luego la libertad de
Cuba, los conflictos a
que daría lugar el Canal de Panamá, y la sombra del
imperialismo
norteamericano.

La doctrina internacional de Herrera no es articulable en
parágrafos e
incisos; no es tabla de definiciones. Ante los hechos, a medida
que ocurren, fija su actitud, no
vacila.

En una placa con la efigie de Manuel Oribe que mandó
colocar a la entrada de la Casa del Partido Nacional, frente a la
Plaza Matriz,
sintetizó su ideal: "Independencia,
Nacionalidad,
Americanismo".

A fines de 1946 después de haber sido con su firme y
exultante postura contrario a la Intervención
multilateral, y luego que solo los siete senadores herreristas
votaran contra la Declaración de Guerra al Eje,
los reunió a sus legisladores en el Directorio y les
dijo:

"Sobre nuestros oscuros nombres estoy seguro que no
descenderá la gloria, pero nos quedará el honor de
haber sido los únicos representantes del pueblo en los
parlamentos de América, que no cometimos la indignidad de
declarar la guerra a un vencido".

Herrera sostenía algunas directivas para la conducta
internacional de nuestro país expresando "que el
Uruguay tiene que resolver su problema internacional consultando,
en exclusivo, sus conveniencias. Indumentaria diplomática
a la medida de su cuerpo".

Y destacaba con énfasis cinco reglas:

La primera regla: La Unidad Nacional.

"Sin armonía doméstica será
estéril el ensayo de
una gran política
internacional. Ni los hombres, ni los pueblos son fuertes cuando
avanzan en el desconcierto".

La segunda regla: Discreción.

"Pequeño el Uruguay y débil, su
política internacional no puede igualarse a la de los
grandes organismos dilatados y fuertes. Las circunstancias nos
imponen, pues, una acción
discreta, tan moderada como eficaz, y bien dirigida".

La tercera regla: Confiar, ante todo, en el propio
esfuerzo.

"Cuando la prosperidad económica de una nación
depende de la benevolencia de otra nación,
vecina y mucho más poderosa, su autonomía es
también fruto de la ajena benevolencia".

La cuarta Regla: Neutralidad en los problemas de nuestros
vecinos.

"Mucha lealtad en los procedimientos
con ambos vecinos, sin entrometernos jamás en sus pleitos
internos, estando en la recíproca".

La quinta regla: Junto a las corrientes que se neutralizan se
forma el remanso.

"Las circunstancias han querido que los intereses de la
Argentina y Brasil no
coincidan. Aunque en una curva del camino estas naciones se
protesten afecto infinito, la historia y la geografía los
hicieron rivales.

La desavenencia de los limítrofes es la mejor
garantía de nuestra estabilidad. Cuando ellas se
confundieron en un esfuerzo común fue para obrar nuestro
aniquilamiento: la invasión portuguesa y la Triple
Alianza, son testigos".

Y enfatizaba Herrera: "Somos una neutralidad
simbólica, la que vale y entraña muy elevados
deberes de equidistancia, serenidad y paz".

Fue un defensor de cercenar la libertad de la cuenca platina,
cuyo bastión lo configura la independencia de la ribera
oriental.

Es por esa razón su oposición tenaz a la
instalación de bases militares extranjeras en territorio
nacional.

"Para nosotros – sostenía Herrera
no es cuestión de decir que las bases van a
ser para Juan o para Pedro. No queremos bases para nadie, porque
sabemos que eso será poner en nuestras puertas una moneda
de oro. Al
día siguiente, todos se la disputarían en beneficio
ajeno y nunca en el nuestro".

Y agregaba Herrera: "Somos felices de decir que el culto
de las armas no es el
nuestro, ni será el culto de las generaciones venideras,
porque no está en nuestro temperamento ni en nuestro
destino superior y selecto, vivir pensando en la matanza, ni en
la inmolación de pueblos, para beneficiarnos con su
desventura".

Herrera combatió por igual los dos imperialismos
actuantes en su época. Del que sufrió mayores
ataques y dicterios fue del soviético.

"Fueron años terribles – recuerda Haedo –
, la validez histórica de su pensamiento y
de la acción americanista de Herrera, alcanzó su
plenitud en aquella lucha atroz en la que se irguió solo,
con fulmínea lucidez, con energía titánica,
contra todo y contra todos".

Y sentenciaba Luis Alberto de Herrera: "En definitiva, ni
en las filas rojas del comunismo, ni una
estrella más en la bandera de ningún
imperialismo".

Luis Alberto de Herrera, con su corazón
octogenario permaneció fiel a la "tierra deliciosa y
amada
", fue un hombre de
patria, y no de cualquiera, o de todas, sino de la propia.

Como bien definiera Eduardo Víctor Haedo: "El
afán de perder jamás la autoridad
moral,
engendró su olímpico desprendimiento de toda
solicitación subalterna".

No es el menor de sus legados el hecho de que el hijo de Juan
José de Herrera y nieto de Luis de Herrera, el heredero de
una estirpe rica y fundadora, después de haber gravitado
más de medio siglo en la política de país,
muriera sobrepasados los ochenta y cinco años, en pobreza
edificante. Dejó por todo capital dos
mil pesos depositados en un banco y como
única propiedad un
auto desvencijado, en el que durante años paseó con
alegría por la ciudad. El pueblo reconocía con
entusiasmo aquella vieja "voiturette" que
aparecía por cualquier parte, y veía en ella un
reproche a concupiscencias y fastuosidades.

Como sostuvo el escritor Carlos María Velázquez
nadie mejor que Herrera podía decir:

"Del verbo querer, máximo por la blandura de su
significado, viene "querencia". Nosotros, los hombres y las
gentes del Sur, por encima de todos estamos
"aquerenciados"…pues, ¡con nuestros deberes!

Bibliografía:

Dr. Luis Alberto de Herrera: "El Uruguay Internacional"

Carlos María Velázquez: "La Política
Internacional en el pensamiento de Luis

Alberto de Herrera"

Dr. Luis Alberto Lacalle de Herrera: "Herrera un Nacionalismo
Oriental"

Eduardo Víctor Haedo: "Herrera, Caudillo Oriental"

 

 

 

Autor:

Luis Alberto Martínez
Menditeguy

Durazno, abril 2009

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